Soledades

viernes, 12 de marzo de 2010

— ¡Echo de menos unas caricias entre mis púas! —iba pensando en voz alta el erizo Crispín.
— ¡A mi me encantaría que me rascaran la espalda! —respondió Fátima, la marmota, que en aquel instante se cruzaba con él.
Se miraron, titubeantes, el tiempo que tardó una hoja en caer. Y ante lo palpable de sus diferencias, prosiguieron camino de sus respectivas madrigueras con su soledad intacta y alguna que otra herida nueva bajo la piel.


Juan Luis Blanco
12/3/2010

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Benetan esanguratsua.

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