Aprendiz de analfabeto

domingo, 16 de octubre de 2011

Hay quien dice que en el lenguaje se puede ver reflejada la estructura del mundo en que vivimos. Ocurre que cuando ese mundo se te viene abajo las palabras ya no sustentan realidades y quedan como colgajos en el aire, a la espera de un esfuerzo de reestructuración. Y no es tan sencillo volver a organizar el lenguaje de acuerdo a un mundo tan inestable, tan impredecible, tan inhumano. Ayer repasaba yo mi abecedario remodelado. La “a” de mi nuevo alfabeto está en quinto lugar. La “z” anda por el decimosexto o decimoséptimo. La “b” en el vigesimotercero. Me parece entender el drama de ser analfabeto y sospecho que el trabajo de asimilarlo va a ser inmenso. Pero no todo es tan desastroso: la “l” de “luz” y la “m” de “mañana” permanecen donde estaban. Además, ¡es la primera vez que uso la palabra “vigesimotercero”! ¡Hoy hay cosas que celebrar!


Juan Luis Blanco
16/10/2011

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre hay cosas que celebrar; lo difícil es... algunos días... encontrarlas.

Juan Luis Blanco dijo...

Cierto. También hay días, para qué nos vamos a engañar, en que sencillamente no hay nada que celebrar. Ni que lo busques con lupa. Y normalmente son días de 28 o 29 horas... :-(

Anónimo dijo...

Ya me ha entrado a mi la curiosidad. Donde has utilizado la palabra vigesimotercera?. Fue la vigesimotercera vez que te tomaste una cerveza en el bar q t gusta, es la vigesimotercera vez q lees un determinado libro..... no se, 23 veces son demasiadas veces casi para cualquier cosa.
he dicho para CASI cualquier cosa. Para otras, aunq sea la octingentésima vez no importa.

Feli

Juan Luis Blanco dijo...

La verdad es que hay pocas cosas que haya llegado a repetir 23 veces. Solamente las verdaderamente importantes ;-)

En realidad la primera vez que he usado la palabra "vigesimotercera" ha sido escribiendo este texto, pero entre la primera vez que la uso y la siguiente en que me refiero a ella había una falta de concordancia de género que ahora he visto... Así que ya la he corregido: "vigesimotercero", es la primera vez que uso la palabra "vigesimotercero" (en realidad la cuarta, y de seguir así voy a llegar a repetirla tanto como las cosas importantes, y no creo yo que proceda...)

Anónimo dijo...

A veces el mundo se te viene abajo porque lo dejas caer, porque lo has “decidido” así. Seguramente no has decidido que la realidad que te rodea ya no te guste, que haya o hayas cambiado, de forma que ya no os correspondéis, si es que eso ha ocurrido alguna vez. Aún así, has tomado parte activa en el momento que estás viviendo y lo has hecho con la esperanza de reordenar tu mundocabezalenguaje y recuperar cierta armonía.

Otras veces tu mundo se desmorona sin darte la oportunidad de decidir, y tu posición es la de contemplar cómo lo hace, intentando protegerte de los golpes que te producen los fragmentos en su caída, sin pretender esquivarlos. En esos casos no te reconforta la búsqueda de algo mejor, porque no era tu momento, porque no responde a tu decisión. A pesar de ello, en ciertos momentos, sin entenderlo, descubres una fuerza que no te deja caer y, en tu desconcierto, te descubres sonriendo sin saber por qué, cuando menos motivos tienes para ello, sin ninguna lógica. No tienes ningún plan para seguir adelante, pero sabes que lo vas a hacer, improvisando. No, no siempre hay cosas que celebrar pero, a veces,..... hasta eso me da risa.

Juan Luis Blanco dijo...

Nuestro mundo se puede desmoronar por mil razones. En algunos casos con nuestra participación. En otros porque el destino se empeña en ello. Si todo se te pone en contra y no hay forma humana de hacer nada, puedes acabar sintiéndote como un guiñol, como un muñeco de trapo, como una mariposa en un temporal. Cualquier otra situación imaginable parece entonces infinitamente mejor.

Si por el contrario ese desbarajuste es, total o parcialmente, consecuencia de las propias decisiones, uno tiene la ilusión de estar dirigiendo el timón hacia alguna parte –aunque no sepa a dónde–, de que es dueño de su destino –aunque no sea cierto– y de que algún día econtrará su lugar –aunque tal cosa no exista.

Pero esa ilusión tiene una sombra: la del terror a haber errado, a haber comenzado una larga deriva sin brújula, a que se te olvide cómo se leen los mapas. Si eso ocurre, sería muy falso cagarse en el destino. Casi es mejor autoconvencerse de que cometiste un acierto...

En cualquiera de los casos, es muy probable, como tu dices, que surja esa fuerza inexplicable que te hace mantenerte en pie, esa sonrisa desconcertante por no tener nada que celebrar ( http://micuadernonuevo.blogspot.com/2010/03/la-suerte-rara.html).

O a lo mejor no. Yo eso no lo sé.

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