Revés de otoño

lunes, 14 de noviembre de 2011
En ocasiones el otoño se presenta parduzco, monócromo y sin brillo, como esa carretera abandonada donde pasean los jubilados, o como la valla descolorida de un parque infantil vacío.

A veces tiene el sabor impronunciable de los retornos aplazados, o el gusto rancio de los caramelos olvidados en los abrigos.

A veces zumba como un timbre lejano que toca en otra puerta. Otras, suena simple y llanamente a silencio roto.

El otoño huele a veces a vertedero de ilusiones, a flor de plástico de psiquiátrico, al perfume marchitado de los ausentes.

Ese otoño te acecha con la mirada aburrida del vigilante de un zoo, renuncia apático a su atuendo impresionista de postal y zancadillea, por pasar el rato, a los segunderos de los relojes. Ese otro otoño también se resiste a morir. En las tardes oscuras de nublado se camufla con su uniforme más anodino y aniquilador, y te doblega con una melancolía áspera, densa y terrestre.

Luchar contra él es inútil. Recomiendo dejarse llevar, no tomar decisiones, contratar un conductor de caravanas de camellos y vagar por el desierto sombrío en que todo parece convertirse por momentos. Luego, esperar.


Juan Luis Blanco
14/11/2011

1 comentarios:

Anónimo dijo...

En el viejo abrigo marrón he encontrado cinco Euros, y una aspirina.
La aspirina, no la necesito hoy, y con los cinco me voy a tomar algo mientras decido donde colocar de nuevo mis pertencias para comenzar otra vez, como en cada otoño de mi vida irregular, la monotonía se llama volver a empezar...
Espero que éste otoñal desierto, esté lleno de donetes, ¡para todos!

Abrazotes. Ana.

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