Portaequipajes

martes, 8 de mayo de 2012
Aparentemente no había sonido que acompañara sus esfuerzos, porque mientras aquella señora intentaba infructuosamente colocar su maleta sobre el portaequipajes del vagón en marcha, yo escuchaba a Mark Knopfler a través de mis auriculares. Cumplir años como es debido nos limita ciertas capacidades —pensé—, pero nos regala, en compensación, nuevas destrezas. A aquella señora, por ejemplo, le hubiera resultado imposible alzar su enorme maleta sin la ayuda del joven que viajaba a su lado. Por mi parte, hace ya tiempo que no tengo ningún reparo en admitir —intuyo que ella tampoco— que cada vez disfruto más con la música sosegada y algo trasnochada cincelada hace más de dos decadas en ciertos discos de vinilo.

En la misma medida en que perdemos vigor y fortaleza, extraviamos, sin darnos casi cuenta, muchos complejos. Parece de justicia.

Sin embargo, ya con mi saco de complejos medio vacío —hoy me he levantado optimista—, tampoco me cuesta reconocer que me provocan escalofríos de entusiasmo algunos experimentos sonoros que, muy probablemente, sólo un adolescente como aquel podría ayudarme a etiquetar. Y mientras el horizonte cambia de aspecto, que no de lugar, pienso que a lo mejor sentirse pleno es solamente eso: mirar hacia atrás con satisfacción y sin reparos; y hacia adelante con curiosidad y una sonrisa.

El chico amable ha cogido su mochila y se ha bajado en Castejón. Sospecho que en la siguiente parada soy yo quien tendrá ocasión de demostrar simultáneamente mi buena educación y la debilidad de mis hombros eternamente convalecientes. Mientras me pregunto cómo haré para bajar aquel enorme bulto fucsia de allí arriba, me asalta una duda, práctica en su origen, y existencial pocos segundos más tarde: ¿Es acertado emprender un viaje con un equipaje que uno mismo no puede acarrear? Abierto el baúl de las dudas, no es sencillo contenerse: y si atiborramos nuestra maleta de pertenencias, ¿quedará algún hueco para las sorpresas que encontremos en el camino?

El tren vuelve a avanzar. Y mi pensamiento entra en ese bucle frenético y misterioso que precede al sueño: acelero, descarrilo, parpadeo, me retraso, deliro, salto, tarareo, trigo, Lisboa, cruce, nube, noche, paz. Sueño.

Juan Luis Blanco
08/05/2012

2 comentarios:

Feli dijo...

¿Es acertado emprender un viaje con un equipaje que uno mismo no puede acarrear?

depende de las expectativas. si quieres viajar solo, sin nadie que te moleste, simplemente observando a la gente y al paisaje.... equipaje pequeño.

si por el contrario viajas acompañado, equipaje grande. el hueco para las sorpresas no hace falta, siempre se puede comprar una mochila allá donde vayas.

La tercera opción es viajar solo, con gran equipaje y solicitar la ayuda de la gente que te rodea en el momento que lo necesites. esta posibilidad conlleva arriesgarse a no poder cargar la maleta en el portaequipajes, aunque por mi experiencia personal.... eso casi nunca ocurre, siempre hay alguien que se ofrece. Y ESO ES LO BUENO DE VIAJAR SOLO CON UNA MALETA GRANDE :-)

Anónimo dijo...

_Disculpa, puedes ayudarme a bajar esa maleta, sí es un poco grande... la verdad. Siento tener que molestar, aunque...

¡A mi pareja le enfada mucho mi "siempre" gran maleta! Que si la maleta por aquí, pero qué llevarás!! y ¡venga con la maleta!
Hace muy, pero que muy poco, le dije:

_Vale... cariño, de ahora en adelante, tan sólo viajaré contigo y sin nada más. Por cierto ¿a ti te gusta el fucsia mi amor?
...
Buen viaje. Ana.

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