El contentómetro de bolsillo subió 25 UFFs (Unidades Finitas de Felicidad) en tan sólo un minuto. Patriaña, besastre —repitió. Siempre que Oriol inventaba palabras aquel aparatejo reflejaba un incremento significativo en su MUAC (Muestra Unitaria Aleatoria de Contento), lo que sin duda afectaría positivamente a su GRIS (Gradiente Remuestreado del Incremento de Satisfacción) de aquel horrible lunes y, muy probablemente, al PUAJ (Promedio Unificado de Alegría y Júbilo) de aquel oscuro mes de noviembre, contribuyendo a neutralizar el bajón provocado por la pérdida del pequeño cofre donde guardaba todas las palabras que había inventado desde 2014.
Su afición a inventar palabras le nació el mismo día en que la nave Phileas se posó en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, y los científicos —tan precisos ellos— alardearon del éxito del “acometaje”. Le gustó el hecho de que necesitaran pergeñar una palabra para un suceso que nunca antes había tenido lugar. Pero no le hizo tanta gracia el vocablo en sí. Quizás si un trío de piratas enanos hubiera saltado de la nave vociferando amenazas y ondeando la bandera de los fémures cruzados y la calavera, el palabro le habría resultado simpático. Entendía sin embargo que no era una cuestión ni de romanticismo ni de sonoridad, sino de precisión. Y sintió un vaporoso pudor al recordar su deseo, nunca confesado, de que aquella nave perdiera el control y quedara empotrada en el cometa, de modo que le fuera posible reutilizar la palabra “acometida” con absoluta propiedad en este —también— novedoso episodio.
Distraído por palabras sin diccionario, astros incongruentes y naves saltimbanquis, su mente no tardó en iniciar una deriva entre hiperbólica y errática —como hacía siempre que algún MUAC positivo lo sorprendía temprano—, hasta que se aferró a una pregunta que pasaba por delante de Urano: ¿Podría usarse el verbo “volar” en el espacio, donde nada pesa, nada atrae a nada hacia ningún suelo, donde incluso la misma idea de suelo es inconcebible y conceptos como posición o dirección se desvanecen? En sentido estricto parecía evidente que.... ¿Puede usarse el verbo “flotar” en el espacio, donde nada te sostiene, donde nada te empuja con una fuerza proporcional a nada, donde hundirte es imposible y emerger no tiene sentido? Aaaah! No podía parar aquel bucle, el siguiente signo de interrogación se estaba ya formando a la izquierda de Mercurio y la pregunta se materializó con un peso totalmente absurdo para su enclave: ¿Tiene algún sentido preguntarse sobre las palabras que uno puede o no puede usar en el espacio cuando la mayoría de las veces no acertamos con las palabras que deberíamos usar en nuestro planeta?
Uff, uff, uff! Su contentómetro de bolsillo estaba bajando a razón de 1 UFF por interrogante. ¡Tenía que hacer algo! ¡Necesitaba una afirmación categórica! ¡O un par de esdrújulas nuevas!
¡Pijámide! ¡polipatético!...
Uff...
2/12/2014