A veces tiene el sabor impronunciable de los retornos aplazados, o el gusto rancio de los caramelos olvidados en los abrigos.
A veces zumba como un timbre lejano que toca en otra puerta. Otras, suena simple y llanamente a silencio roto.
El otoño huele a veces a vertedero de ilusiones, a flor de plástico de psiquiátrico, al perfume marchitado de los ausentes.
Ese otoño te acecha con la mirada aburrida del vigilante de un zoo, renuncia apático a su atuendo impresionista de postal y zancadillea, por pasar el rato, a los segunderos de los relojes. Ese otro otoño también se resiste a morir. En las tardes oscuras de nublado se camufla con su uniforme más anodino y aniquilador, y te doblega con una melancolía áspera, densa y terrestre.
Luchar contra él es inútil. Recomiendo dejarse llevar, no tomar decisiones, contratar un conductor de caravanas de camellos y vagar por el desierto sombrío en que todo parece convertirse por momentos. Luego, esperar.
14/11/2011
1 comentarios:
En el viejo abrigo marrón he encontrado cinco Euros, y una aspirina.
La aspirina, no la necesito hoy, y con los cinco me voy a tomar algo mientras decido donde colocar de nuevo mis pertencias para comenzar otra vez, como en cada otoño de mi vida irregular, la monotonía se llama volver a empezar...
Espero que éste otoñal desierto, esté lleno de donetes, ¡para todos!
Abrazotes. Ana.
Publicar un comentario