Espejos

miércoles, 20 de junio de 2012
Llevaba toda la vida exhibiendo aquella sonrisa y todavía no la había hecho suya. Imagino que, a ratos, tendría motivos para ser feliz. Y supongo que sabía el tipo de sonrisa que pretendía para su rostro pero, o no se la había estudiado bien, o carecía de las dotes interpretativas suficientes. El resultado era una mueca vacía, insustancial, inquietante, ante la que los demas sonreían a su vez nerviosos.

Excepto el raro de Joel, que nunca había sabido deshacerse de aquella expresión de lástima permanente, todos los demás parecían encantados de conocerle. Y él se sentía verdaderamente complacido. Asi que, otro día más, se miró en el espejo, fabricó su patética sonrisa y salió a contagiar de alegría a sus amigos.

Juan Luis Blanco
20/06/2012