
Me contó Lucía que una naranja en mitad de un campo de futbol se acercaría a la proporción entre el núcleo de un átomo y su capa exterior de electrones. Sí, también nuestros átomos, nuestros núcleos, nuestros electrones... Aquel día, a la vista de tanta holgura, decidí que todas las soberbias estaban de más. Meses después, durante el funeral, Lucía repitió cientos de veces el consabido “no somos nada”, olvidando —aturdida sin duda por el dolor—, que “nada” es precisamente lo que somos. No me pareció oportuno corregirle entonces y no podré hacerlo ahora. Hace tres días Lucía se marchó. Son también tres los días que llevo maldiciendo la física: si es nada lo que ha cambiado de lugar ¡que me explique alguien por qué ha dejado un vacío tan grande!
Juan Luis Blanco
11/10/2010