Sin palabras

viernes, 12 de febrero de 2010

–¡Largo de aquí! –me dice con una sonrisa inolvidable antes de cerrar la puerta de su casa. Y mientras me dirijo levitando hacia la calle, noto su presencia en mi respiración, en mis gestos, en mis pasos ligeros. Porque Alba no me acompaña, pero está. Siempre está de algún modo.

Alba es encantadoramente contradictoria. Me maravillan su fortaleza de ala de gorrión, su fragilidad de proa de rompehielos y la elocuencia de todas y cada una de las partes de su cuerpo. Alba es un abrazo constante lleno de amor inequívoco. Te abraza con las piernas, los brazos y la mirada. Te dice que te quiere con sus dedos y con la forma de apoyar la cabeza en tu hombro. Alba prescinde, con una naturalidad asombrosa, de las palabras; y llena, en algún idioma aún sin inventar, los espacios de sentido.

Alba te pone la felicidad en el ombligo, y desde ahí la sientes expandirse por todo tu ser. Alba te sumerge en la armonía, te envuelve de bienestar, te baña de mediodía. Junto a Alba atiendes al silencio como si un maestro te hablara. Y si abres la boca, se te escapa un “gracias” naranja como una mariposa.



Juan Luis Blanco
23/11/2009

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Lerro gutxitan dena esanda.
Benetan ederra.

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