Sin pies ni cabeza

miércoles, 24 de febrero de 2010

A Cándido le gustaba presumir de tener los pies en el suelo. En concreto 100. Y con palpable orgullo solía afirmar que los ciempiés eran los seres que más en contacto vivían con la tierra que pisaban. Sin embargo, no le agradaba admitir lo complejo que le resultaba gestionar sus pasos, y en ocasiones, envidiaba a muchos animales a quienes bastaban tan sólo cuatro, o incluso dos patas, para entender y moverse por el mundo. Así que, para simplificar, se habituó a centrar su atención en sus 12 primeros pies, al fin y al cabo, los otros 88 iban a pisar en el mismo lugar, y 12 era un número muy por encima del que la mayoría de las especies conocidas disponían. Y no resultó mal sistema. Todo era más sencillo y vivía más tranquilo.

Un luminoso día de primavera dejó de sentir el contacto con el suelo. Maravillado, comprobó que volaba. Y se sintió ligero, feliz, diferente, superior. Un ciempiés volador. Estaba encantado con su nueva capacidad y con el sinfín de oportunidades que le brindaba. Fascinado sobrevoló entonces un nido, y observó patidifuso tres pajarillos que lo miraban igualmente boquiabiertos. Luego, por arte de magia, el sol desapareció. Corren rumores de que el pinzón lo agarró por la pata 53.


Juan Luis Blanco
24/2/2010

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