Encrestados

domingo, 21 de agosto de 2011
Llevaban ya horas remontando la cresta de la montaña. Desde el collado no se habían cruzado ninguna palabra. El cansancio se hacía ya patente en el ritmo de sus pasos y en el ánimo.

Tras esquivar una roca ella de repente gritó: ¡Feldespato!
—¡Brújula! —contestó él irritado, una vez que la sorpresa inicial cedió paso al enojo.
—¡Canónigo! —volvió a gritar ella confusa y enrabietada al tiempo.
—¡Escápula! —chilló él enfurecido y a punto de perder los papeles...

Por suerte, el hito de piedras que marcaba la cima apareció y la alegría por culminar la ascensión frente a aquel mar de nubes les hizo olvidar la fatiga y los reproches.

...

—¡Estratocúmulo! —susurró ella para sus adentros.
—¡Asíntota! —iba a decir él. Pero calló para zanjar de una vez aquel absurdo y tratar de realizar el descenso en paz.


Juan Luis Blanco
12/8/2011

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