Llevaban ya horas remontando la cresta de la montaña. Desde el collado no se habían cruzado ninguna palabra. El cansancio se hacía ya patente en el ritmo de sus pasos y en el ánimo.Tras esquivar una roca ella de repente gritó: ¡Feldespato!
—¡Brújula! —contestó él irritado, una vez que la sorpresa inicial cedió paso al enojo.
—¡Canónigo! —volvió a gritar ella confusa y enrabietada al tiempo.
—¡Escápula! —chilló él enfurecido y a punto de perder los papeles...
Por suerte, el hito de piedras que marcaba la cima apareció y la alegría por culminar la ascensión frente a aquel mar de nubes les hizo olvidar la fatiga y los reproches.
...
—¡Estratocúmulo! —susurró ella para sus adentros.
—¡Asíntota! —iba a decir él. Pero calló para zanjar de una vez aquel absurdo y tratar de realizar el descenso en paz.

12/8/2011

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