Turistas

jueves, 4 de agosto de 2011
Bajaron del autobús y comenzaron a hacerse fotos junto a la estatua de mármol blanco. Como una manada de animales hambrientos que necesitaran acumular en sus cámaras pedacitos de viaje para tiempos peores. ¡Cuánto han cambiado las formas de viajar! —pensé–, y retiré la mirada de la efigie de Elcano y de la penosa escena que tenía lugar a sus pies.

Volví al exótico aroma de mi taza de té y al fascinante relato de las aventuras de Ruth: Vietnam, Madagascar, Tanzania..., en especial las aguas cristalinas y las chozas sobre la playa de Bawe Island, al oeste de la isla de Zanzíbar; también la playa de arenas negras de Soledad, en la costa pacífica de Nicaragua, lugares paradisiacos que no aparecen en ningún catálogo de viajes, y que no deberías perderte...

No había comparación posible entre lo que mi amiga me contaba y la escena del rebaño de turistas que contemplábamos con desdén desde la ventana. Había llegado otro autobús y aquello empezaba a ser grotesco.

...y si tienes ocasión, los inmensos bosques de la reserva Nechako en la Columbia Británica, el paisaje de montañas semidesérticas alrededor del Cerro Milagro, cerca de los Andes chilenos, donde en caso de vivir alguien probablemente no conocería la palabra turismo...

A pesar del énfasis que Ruth ponía a su relato, no pude evitar volver a mirar al grupo de visitantes. Seguían sacándose fotos risueños y sin el menor sentido del ridículo. Se me hacía extraña la aceptación sin titubeos de aquel estilo de turismo adocenado. Aquella conformidad satisfecha en sus sonrisas debía de ocultar alguna clave que no acertaba a descifrar.

...aunque para lugares remotos, Waletah, el pueblo de barro rojo y sol abrasador en el desierto de Mauritania, y sobre todo Mehetia, la sorprendente isla volcánica deshabitada al este de Tahití, donde no existen ni caminos ni restos de ninguna edificación o habitante...

No sé muy bien porqué el té-exótico-que-no-se-puede-encontrar-en-ninguna-tienda-occidental se me estaba haciendo más amargo; a la vez que la letanía de lugares-ignotos-donde-todavía-no-ha-llegado-la-lacra-del-turismo-masivo me estaba empezando a irritar. Como cuando un niño no cesa de tocar el timbre para que todos veamos su bicicleta nueva.

...la zona de Uarini, en mitad de la Amazonia, era una selva increíble antes de que comenzaran las talas... ahora quiero que veas unas fotos que guardo en mi portátil...

¿Fotos? Como si mirar a otro lado me fuera a aliviar del calvario que me esperaba, volví la vista a la plaza. Una pareja de jubilados habían intercambiado cámaras con dos jóvenes japonesas porque querían un recuerdo abrazados junto al ilustre marino. No se entendían pero reían a carcajadas mientras se explicaban mediante gestos cómo usar la cámara digital del Mercadona. Luego pidieron al guía que los sacara a los cuatro juntos.

Fué en aquel instante, al imaginar aquella fotografía pegada con imanes en un frigorifico destartalado —muy probablemente junto a las de sus aniversarios, nietos y mascotas— cuando sentí aquella idea intrusa dentro de mí. A traición y sin distinciones hizo añicos opiniones, prejuicios y convicciones. Y durante varios minutos me sentí menguar ante la grandeza difusa y sin pretensiones de quienes se saben tan únicos como todos los demás.


Juan Luis Blanco
27/7/2011

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