La luz de la verdad

miércoles, 10 de marzo de 2010
Un día un pequeño planeta le habló al sol de la noche. Éste no podía creer que en los planetas de su sistema existiera tal cosa como la sombra o la oscuridad. El planeta, confiado en la validez de sus argumentos, insistió y le explicó que la noche quedaba siempre al otro lado de los planetas, donde el sol no la podía ver. El sol seguía sin convencerse de tal idea, pero decidió hacer alguna averiguación pues la curiosidad le hacía cosquillas. No tuvo más que esperar a que el pequeño planeta, continuando su órbita, se colocara detrás suyo, y entonces, en un movimiento súbito, el sol se dió media vuelta y lo miró fijamente. Allí estaban el pequeño embustero y otros planetas de tamaños diversos, brillando todos ellos con la luz de los mejores mediodías. No se apreciaba allí nada parecido a las tinieblas o a eso que llamaban noche. Nunca más volvió a creer en los planetas.


La verdad de la luz

Un día un pequeño planeta le habló al sol de la noche. Éste no podía creer que en los planetas de su sistema existiera tal cosa como la sombra o la oscuridad. El planeta, confiado en la validez de sus argumentos, insistió y le explicó que la noche quedaba siempre al otro lado de los planetas, donde el sol no la podía ver. El sol seguía sin convencerse de tal idea, pero quedó pensativo. El planeta continuó por su órbita pues poco más podía hacer, y cuando estaba a espaldas del sol, éste, en un movimiento súbito, se dio media vuelta y lo miró fijamente. Se dio cuenta de que el sol, que brillaba como nunca de rabia, lo había malinterpretado, y que hacerle entender qué era la noche iba a ser imposible. Desde entonces desconfía de las estrellas y los objetos demasiado luminosos, y sobre todo, de aquellos que no orbitan y permanecen girando respecto a sí mismos.


Juan Luis Blanco
9/3/2010

0 comentarios:

Publicar un comentario