La pluie et l'arc-en-ciel

domingo, 28 de agosto de 2011
Anoche, mientras buceaba sin oxígeno en un mar de recuerdos y sin venir a cuento, mis ojos se volvieron azules. Más en la superficie, mi gato, al que admiro cada vez más por su fascinante creatividad a la hora de recuperar protagonismo, se meó en mi partitura favorita de Prokofiev: La pluie et l'arc-en-ciel. Touché! Yo pensaba que aquel principio disonante se le haría familiar, que le agradaría por el parecido con sus primeros pasos sobre las teclas…, pero me temo que estoy otra vez equivocado. Hoy mis ojos han vuelto a su habitual tono indefinido y vuelvo a hacer equilibrios de funambulista desentrenado sobre un presente cada vez más delgado. No tengo ni la más remota idea de cómo acabará la semana. Ni el mes. Ni el año. De momento, esa partitura amarillenta se ha convertido en lo más parecido a un objetivo que puedo dibujar ahora mismo en el futuro. Se va a enterar mi gato cuando escuche la deslumbrante melodía que, como sol entre nubarrones, se cuela entre sus compases…

Escuchar: La pluie et l'arc-en-ciel

Juan Luis Blanco
27/8/2011

Encrestados

domingo, 21 de agosto de 2011
Llevaban ya horas remontando la cresta de la montaña. Desde el collado no se habían cruzado ninguna palabra. El cansancio se hacía ya patente en el ritmo de sus pasos y en el ánimo.

Tras esquivar una roca ella de repente gritó: ¡Feldespato!
—¡Brújula! —contestó él irritado, una vez que la sorpresa inicial cedió paso al enojo.
—¡Canónigo! —volvió a gritar ella confusa y enrabietada al tiempo.
—¡Escápula! —chilló él enfurecido y a punto de perder los papeles...

Por suerte, el hito de piedras que marcaba la cima apareció y la alegría por culminar la ascensión frente a aquel mar de nubes les hizo olvidar la fatiga y los reproches.

...

—¡Estratocúmulo! —susurró ella para sus adentros.
—¡Asíntota! —iba a decir él. Pero calló para zanjar de una vez aquel absurdo y tratar de realizar el descenso en paz.


Juan Luis Blanco
12/8/2011

Mi gato

jueves, 11 de agosto de 2011
Me maúlla a la cara mis ausencias y se desgañita a deshoras exigiendo su ración atrasada de caricias. Antes, a deshoras, mi gato tocaba el piano sin saber solfeo. Ahora ha aprendido solfeo —do-re-miau-fa-sol-la-si-do...—, pero ya no toca el piano nunca. No me hace mucha gracia que sea tan humano. A veces pienso que soy más gato que mi gato.


Juan Luis Blanco
31/7/2011

Turistas

jueves, 4 de agosto de 2011
Bajaron del autobús y comenzaron a hacerse fotos junto a la estatua de mármol blanco. Como una manada de animales hambrientos que necesitaran acumular en sus cámaras pedacitos de viaje para tiempos peores. ¡Cuánto han cambiado las formas de viajar! —pensé–, y retiré la mirada de la efigie de Elcano y de la penosa escena que tenía lugar a sus pies.

Volví al exótico aroma de mi taza de té y al fascinante relato de las aventuras de Ruth: Vietnam, Madagascar, Tanzania..., en especial las aguas cristalinas y las chozas sobre la playa de Bawe Island, al oeste de la isla de Zanzíbar; también la playa de arenas negras de Soledad, en la costa pacífica de Nicaragua, lugares paradisiacos que no aparecen en ningún catálogo de viajes, y que no deberías perderte...

No había comparación posible entre lo que mi amiga me contaba y la escena del rebaño de turistas que contemplábamos con desdén desde la ventana. Había llegado otro autobús y aquello empezaba a ser grotesco.

...y si tienes ocasión, los inmensos bosques de la reserva Nechako en la Columbia Británica, el paisaje de montañas semidesérticas alrededor del Cerro Milagro, cerca de los Andes chilenos, donde en caso de vivir alguien probablemente no conocería la palabra turismo...

A pesar del énfasis que Ruth ponía a su relato, no pude evitar volver a mirar al grupo de visitantes. Seguían sacándose fotos risueños y sin el menor sentido del ridículo. Se me hacía extraña la aceptación sin titubeos de aquel estilo de turismo adocenado. Aquella conformidad satisfecha en sus sonrisas debía de ocultar alguna clave que no acertaba a descifrar.

...aunque para lugares remotos, Waletah, el pueblo de barro rojo y sol abrasador en el desierto de Mauritania, y sobre todo Mehetia, la sorprendente isla volcánica deshabitada al este de Tahití, donde no existen ni caminos ni restos de ninguna edificación o habitante...

No sé muy bien porqué el té-exótico-que-no-se-puede-encontrar-en-ninguna-tienda-occidental se me estaba haciendo más amargo; a la vez que la letanía de lugares-ignotos-donde-todavía-no-ha-llegado-la-lacra-del-turismo-masivo me estaba empezando a irritar. Como cuando un niño no cesa de tocar el timbre para que todos veamos su bicicleta nueva.

...la zona de Uarini, en mitad de la Amazonia, era una selva increíble antes de que comenzaran las talas... ahora quiero que veas unas fotos que guardo en mi portátil...

¿Fotos? Como si mirar a otro lado me fuera a aliviar del calvario que me esperaba, volví la vista a la plaza. Una pareja de jubilados habían intercambiado cámaras con dos jóvenes japonesas porque querían un recuerdo abrazados junto al ilustre marino. No se entendían pero reían a carcajadas mientras se explicaban mediante gestos cómo usar la cámara digital del Mercadona. Luego pidieron al guía que los sacara a los cuatro juntos.

Fué en aquel instante, al imaginar aquella fotografía pegada con imanes en un frigorifico destartalado —muy probablemente junto a las de sus aniversarios, nietos y mascotas— cuando sentí aquella idea intrusa dentro de mí. A traición y sin distinciones hizo añicos opiniones, prejuicios y convicciones. Y durante varios minutos me sentí menguar ante la grandeza difusa y sin pretensiones de quienes se saben tan únicos como todos los demás.


Juan Luis Blanco
27/7/2011

La vida de los árboles

lunes, 1 de agosto de 2011
Como en otras ocasiones en que hemos atravesado un bosque, hoy, a la sombra del encinar, Mauro ha vuelto a sus proverbiales interrogatorios: ¿Cuántos años viven los árboles? ¿No es injusto que vivan mucho más que nosotros y no puedan ni siquiera moverse de su sitio? ¿No son demasiados años para una vida tan aburrida? ¿No sería mejor morirse un poco antes?...

Como otras veces, respondo a medias. Quizás necesitara la vida de un árbol para hallar alguna respuesta convincente... Yo no sé decir si los árboles sienten que se aburren o si aburrirse debiera evitarse a toda costa. Ni siquiera sé cómo de conveniente sería combatir el aburrimiento con la muerte... Tampoco sé si éstas son preguntas para un niño de diez años...


Juan Luis Blanco
1/8/2011